El vino tinto, a lo largo de la historia, ha sido empleado como medicina en varias ocasiones. Se han encontrado menciones al vino y sus propiedades digestivas, tonificantes o para el apetito.
En la Edad Media, era considerado un ungüento mágico o incluso antídoto, aromatizado con distintas hierbas para crear esencias medicinales, como la combinación de vino con tomillo para la anemia.
En el siglo XIX, gracias a la ciencia se descubrió que el vino tenía agua y nutrientes como proteínas, azúcares, minerales y vitaminas. Un siglo después, su consumo moderado fue recomendado por los especialistas (una copa de vino al día). Un remedio rutinario por su poder vasodilatador y prevención en enfermedades cardiovasculares.
Muchos de los beneficios que contienen sus componentes son:
- Los Polifenoles, moléculas en el vino. Presentes en el hollejo, pepitas y en el raspón, tienen un efecto antioxidante.
- Los Flavonoides, son un subgrupo de polifenoles, beneficiosos para el sistema cardiovascular y prevenir infarto de miocardio. Resveratrol y Quercetina, dos tipos de flavonoides, tienen propiedades vasodilatadoras y antiinflamatorias.
- El Resveratrol, tipo de polifenol flavonoide, proviene la aparición de cáncer y evita su desarrollo y propagación. Además de ser una opción para prevenir enfermedades como el Alzheimer, Parkinson, Huntington o desórdenes neurológicos, un tratamiento que disminuye el daño cerebral. Otros estudios, todavía en estudio, indican que podría ser beneficiosa también contra la diabetes y retrasar el envejecimiento.
Sin duda, disfrutar de una copa de vino se ha convertido en un placer esencial para nuestros sentidos, y sobre todo, nuestra salud.