Nuestros sentidos son aquellos que intervienen en la forma en la que percibimos los colores, aromas, sabores y texturas de los alimentos. Es por ello, que el maridaje de vinos y comidas es un acto de combinar varios elementos con el fin de consumirlos juntos, creando así una experiencia satisfactoria.
El paso del tiempo está haciendo que el consumo de vino y gastronomía sea cada vez más complejo, las combinaciones son más sofisticadas.
Para encontrar la combinación ideal entre un vino y un plato, siempre vamos a intentar encontrar el equilibrio. Para ello, debemos buscar que ambos componentes aporten pesos similares:
- En cuanto a la comida, su peso estará marcado por sus características, contenido en grasas, matices aromáticos, sabores y nuestra capacidad para digerirlo.
- Respecto a los vinos, su peso nos marcará la intensidad de su aroma, sabor, cuerpo, y contenido de alcohol. Otro de los factores será el tiempo de maduración, variedades de uvas para su elaboración…Es por ende que un vino tinto reserva nos resultará más pesado que un tinto joven.
Otra condición para encontrar un maridaje de éxito puede ser buscar la asociación y complementación de matices y características similares entre ambos elementos: sabores, texturas, aromas, colores, temperatura…Por ejemplo pescado o carne blanca con vinos blancos.
La búsqueda de contraste es otra de las posibilidades para maridar, más innovador y atrevido. Por ejemplo, combinar un vino blanco seco y refrescante con la sensación de calor de una comida picante.
Un mismo alimento podrá acompañarse también, con diferentes tipos de vino dependiendo de su cocinado y de la intensidad de sabor: a la plancha, guisado…
Otro aspecto importante es tener en cuenta el orden correcto para servir varios vinos, en un menú de diferentes platos, para poder disfrutarlos al máximo. Debemos de ordenarlos por su cuerpo y peso: primero los ligeros, después los más evolucionados y con más cuerpo.
Por ejemplo, para unos entrantes ligeros, ensaladas, maridarán muy bien vinos blancos jóvenes, frescos y fáciles de beber, e incluso rosados con matices frutales.
El vino perfecto para acompañar a un plato de pescado dependerá del tipo de cocinado de éste, y su clase. Los pescados blancos como merluza, lenguado, bacalao tienen un 2% de grasa, son ideales para vinos blancos secos. Los pescados azules, como el atún o la caballa, cuyo contenido en grasa supera el 5%, maridará mejor con vinos rosados y tintos jóvenes y frescos.
En función del tipo de carne, cocinado e intensidad: para carnes frías, embutido ligero, combina a la perfección con rosados y un vinos tinto ligero. Si la carne está especiada, un vino afrutado o tinto especiado. Las carnes blancas, como el conejo, cordero, pavo, puede ir acompañado de vinos rosados, de acidez baja. Una carne en guiso o con salsas, irá ideal con un vino blanco más evolucionado o tintos jóvenes pero intensos. Para platos de sabores más intensos, de carne roja, carne de vacuno, cerdo, platos de caza, un reserva o gran reserva maridará a la perfección.
Por último, si queremos potenciar el sabor dulce de nuestros postres, los vinos dulces son su perfecto aliado, vinos tintos con cuerpo maridan muy bien con chocolate negro donde tenemos desarrolladas unas armonías. En un mundo abierto a la experimentación, déjate seducir por todas las combinaciones posibles de sabores, será entonces cuando encuentres tu maridaje ideal.