La vendimia supuso un soplo de aire fresco en el año apocalíptico en el que se había convertido 2020. Aún con todas las medidas de seguridad derivadas del Covid-19, esas semanas entre septiembre y octubre se convirtieron en un paréntesis en mi vida y en la de los miembros de mi equipo.
Tras un verano muy caluroso, con un seguimiento exhaustivo del estado sanitario de nuestros viñedos por parte de nuestro enólogo Emmanuel Ivars, el periodo de pre-vendimia arrancó el 10 de septiembre con la primera toma de muestras de uva, ya que, aunque sabíamos que era muy pronto, convenía hacer comparativas con las analíticas del mismo período de años anteriores. Este trabajo de toma de muestras realizado a largo de varias semanas, y del que me encargo personalmente dada su importancia, nos permite saber el grado de madurez alcohólica y fenólica de la uva para hacer previsiones de fecha de comienzo de vendimia y anticipar la calidad del fruto. La facilidad con que la uva desprendía color ya anticipaba una de las características sobresalientes de esta añada: vinos con una capa de color aún más profunda de lo habitual en Ribera del Duero, de por si ya caracterizados por sus exultantes colores.
Empezamos a vendimiar el día 30 de septiembre nuestras viñas del Pago de Santa Cruz, en La Horra (Burgos), las ancianas y espectaculares viñas del FERRATUS SENSACIONES. Fabulosas uvas, de pequeño tamaño y tersos hollejos, vendimiadas con mimo y cuidado en cajas de 14 kg y transportadas en camión para su selección meticulosa en mesa por el personal de la bodega.
Pero hay algo que no se puede controlar y que deja su impronta en las añadas, queramos o no: la climatología. El día 1 de octubre se puso a llover y tuvimos que parar la vendimia varios días, con nervios, con incertidumbre, con ganas de volver al campo y terminar de recoger ese fruto en el que habíamos puesto tantas esperanzas, posiblemente este año más que nunca dada la situación de la pandemia, y tantos esfuerzos económicos y humanos.
Del 5 al 9 de octubre, haciendo un enorme esfuerzo dado que la amenaza de lluvias pendía sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles, conseguimos meter toda la uva en la bodega: 154.000 kg, el 75% de nuestras propias viñas y el 25% de viticultores cuyas viñas controlamos durante todo el año.
Los Ferratus 2020 serán vinos frescos y muy afrutados, elegantes y finos, con taninos de gran calidad y con buen potencial de envejecimiento: todos los esfuerzos han merecido la pena.
A lo largo de estos años como viticultora y bodeguera me he dado cuenta de que todas las vendimias exprimen al máximo mi energía y hacen aflorar con fuerza mis emociones. La responsabilidad de que todo salga bien y el orgullo de lo bien hecho, son sensaciones encontradas y difíciles de explicar, que hacen que cada año espere con ansiedad y con una pizca de temor la llegada de una nueva vendimia.
María Luisa Cuevas